Entrevista a Vandana Shiva: Las patentes son el objetivo, la ingeniería genética es la excusa

  • Vandana Shiva

Vandana Shiva, Física y activista  (Directora de la Research Foundation for Science, Technology and Ecology, New Delhi, India)

Su padre velaba las montañas del Valle de Dehradun, su madre la enseñó a ver toda la India contenida dentro de un grano de arroz basmati. Sin embargo, ella se fue hasta Ontario para doctorarse en Física cuántica. Todo cambió después de Bophal. Vandana regresó a la India para defender su tierra y sus semillas frente a los grandes gigantes corporativos. En 1992 fundó el movimiento Navdanya, y fue como si Mahatma Ghandi se hiciera raíz entre los arrozales. Dos años después, recibía el Right Livelihood Award, el Nobel de la Paz alternativo. Hoy se la considera uno de los líderes del International Forum on Globalization, y libros suyos como Staying Alive o ¿Proteger o expoliar?, se difunden por todo el mundo como declaraciones de principios de una futura Democracia planetaria.

Pregunta:  A finales de los 70, Vandana Shiva acababa de licenciarse en Física cuántica por la Universidad de Ontario, en Canadá. ¿Qué hecho decisivo marcó su vida y le llevó a hundir sus manos en los arrozales de Bihar?

Vandana Shiva: En 1984, tuvieron lugar una serie de hechos que me hicieron cuestionar el paradigma dominante de la agricultura. El primero fue el terrorismo en Punjab, que segó 30000 vidas. Esto estaba ocurriendo en el país de la Revolución Verde, de la agricultura química, cuyo argumento había sido “Los productos químicos crearán prosperidad, y ésta traerá la paz.” Poco después, sobrevino el desastre de Bhopal, en el que una fábrica de pesticidas tuvo un escape de gas y mató 8.000 personas en una noche, y otras 32000 desde entonces. Estos dos hechos me estremecieron. Se trataba de la agricultura como una guerra. Empecé a promover la agricultura sostenible, y en el proceso, me topé con la biotecnología. Me di cuenta de que las mismas empresas que nos dieron la ingeniería genética ahora querían patentar la vida sobre la Tierra. En 1987, cuando se impuso  el CCM, el GATT y toda esa retórica de la conquista del mundo, decidí que salvar a mi país era defender sus semillas, y... bueno, volví a los “campos fangosos”.

P: En esta era de libertad de información y del mercado libre, ¿cómo interpreta  el hecho de que los “derechos de propiedad” se puedan establecer sobre bienes tan universales como las semillas?

VS: Hay una gran contradicción en el hecho de que en un período de comercio libre existan restricciones creadas a través de los monopolios sobre el conocimiento, sobre la propiedad de las semillas, sobre la información, sobre el software, sobre el copyright, etc. Pero, en realidad, eso que llamamos “comercio libre” significa libertad sólo para los intereses comerciales y para las corporaciones, y se basa en quitarle la libertad a la gente normal. Los derechos de monopolio sobre las semillas y la ganadería sólo son necesarios para que algunas multinacionales puedan establecer sus monopolios sobre la producción y el comercio agrícola.

P: Los temas fundamentales de la biodiversidad tienen su lado oscuro. ¿A qué se refiere Ud. cuando habla de la biopiratería?

VS:  Me refiero al robo relativo a la biodiversidad, los recursos genéticos, las culturas vivas y sus sistemas de conocimiento. El mundo de la biodiversidad era una alternativa al mundo de los productos petroquímicos y de los combustibles fósiles, y, hoy en día, con estos derechos de monopolio y patentes en la mano, las grandes corporaciones están intentando hacerse con derechos exclusivos robando los conocimientos y los recursos genéticos de nuestra parte del mundo. Mi valle es famoso por su arroz basmati. Una compañía en Texas, pretendió haberlo “inventado”, cuando todo lo que habían hecho era robarlo de un banco genético. Más recientemente, la mayor empresa de ingeniería genética en el mundo patentó una antigua variedad de hierba india, otro caso de biopiratería al que nos opusimos y al que vencimos.

P: Recientemente, Gordon Conway, Presidente de la Fundación Rockefeller, Norman Borlaug y otros conocidos científicos celebraron la llamada “Nueva revolución verde biotecnológica”, en base a la idea de que “las carreteras, los fertilizantes y la ciencia pueden revivir un continente.” Desde el punto de vista de India, ¿cómo se ve la promesa de los cultivos transgénicos?

VS: La ingeniería genética, los organismos transgénicos y los productos químicos malgastan recursos. Emplean diez veces más agua que la que nuestra agricultura ecológica necesita para producir la misma cantidad de alimento. Significan el hambre para nuestro país. Han supuesto un trauma tal –sobre todo en las áreas donde se cultiva el algodón transgénico–, que ha habido más de 25.000 granjeros que se han suicidado. No podían pagar el precio de las semillas.

P: Muchos científicos creen que hay una separación entre el conocimiento y su aplicación comercial, entre la ciencia y la tecnología, entre la investigación científica y las cuestiones políticas, sociales y económicas actuales. ¿Hasta dónde cree Ud. que llega la responsabilidad del científico y de la ciencia?

VS: Los científicos son responsables de cada pensamiento que tienen, de cada ecuación que escriben, de cada consecuencia dentro de un sistema. No creo que podamos seguir separando las cosas, “esto fue la ciencia”, y “la aplicación fue distinta”. Ya no hay una división, porque hay una completa integración de nuestros sistemas de conocimientos en el mundo comercial. Hoy en día, lo que tenemos es una ciencia de Wall Street, ya no tenemos una ciencia pública.

P: Recientemente, Gordon Conway, Presidente de la Fundación Rockefeller, Norman Borlaug y otros conocidos científicos celebraron la llamada “Nueva revolución verde biotecnológica”, en base a la idea de que “las carreteras, los fertilizantes y la ciencia pueden revivir un continente.” Desde el punto de vista de India, ¿cómo se ve la promesa de los cultivos transgénicos?

VS: La ingeniería genética, los organismos transgénicos y los productos químicos malgastan recursos. Emplean diez veces más agua que la que nuestra agricultura ecológica necesita para producir la misma cantidad de alimento. Significan el hambre para nuestro país. Han supuesto un trauma tal –sobre todo en las áreas donde se cultiva el algodón transgénico–, que ha habido más de 25.000 granjeros que se han suicidado. No podían pagar el precio de las semillas.

 P: Muchos científicos creen que hay una separación entre el conocimiento y su aplicación comercial, entre la ciencia y la tecnología, entre la investigación científica y las cuestiones políticas, sociales y económicas actuales. ¿Hasta dónde cree Ud. que llega la responsabilidad del científico y de la ciencia?

VS: Los científicos son responsables de cada pensamiento que tienen, de cada ecuación que escriben, de cada consecuencia dentro de un sistema. No creo que podamos seguir separando las cosas, “esto fue la ciencia”, y “la aplicación fue distinta”. Ya no hay una división, porque hay una completa integración de nuestros sistemas de conocimientos en el mundo comercial. Hoy en día, lo que tenemos es una ciencia de Wall Street, ya no tenemos una ciencia pública.

P: De entre sus numerosas actividades, destaca la de editora de The Ecologist, así como su compromiso con el movimiento Earth Democracy. ¿Cuál es su prioridad en estos momentos?

VS: Mi prioridad es seguir esforzándome en la intensa labor local de crear alternativas. Estar con mi gente, ser una ciudadana de la Tierra, trabajar con culturas de todo el mundo, como miembros de una democracia común, la Democracia de la Tierra, la única democracia verdadera que tenemos. Sólo la combinación de lo local, la solidaridad global y la consciencia planetaria puede crear una nueva energía, y ésa es mi prioridad.

 

 

Fernando García Dory