De la neurona a la sociedad red
Karin Ohlenschläger y Luis Rico

Desde que Santiago Ramón y Cajal descubriera la estructura y funcionamiento de las redes neuronales hasta las teorías de Manuel Castells sobre la Sociedad Red, el tiempo apenas ha avanzado un siglo. No obstante, en este período la sociedad ha experimentado una de sus mayores aceleraciones en todos los órdenes. Nuestra vertiginosa transformación tecnocientífica, social y cultural, ha configurado un nuevo paradigma basado tanto en la complejidad de las múltiples realidades en las que operamos simultáneamente, como en la interconexión entre procesos y acontecimientos que se consideraban autónomos, incompatibles o simplemente incomprensibles.


Santiago Ramón y Cajal
Capas 1ª y 2ª de la corteza olfativa de la
circunvolución del hipocampo del niño, n. 1901
© Herederos de Ramón Y Cajal (ampliar detalle)
Este nuevo escenario remite a la estructura de una red de redes, entendida como nuestro más acabado instrumento de interpretación y comprensión de la diversidad y complejidad de la experiencia contemporánea. Si a finales del siglo XIX el propio cerebro fue capaz de observarse a sí mismo contemplando, por primera vez, sus neuronas y sus redes nerviosas en un ejercicio de reflexividad sin precedentes, es ahora, en este umbral del siglo XXI, cuando la sociedad global afronta la necesidad de pensarse y de construirse a sí misma desde este nuevo paradigma. La realidad absorbente de la red influye en nuestros modos de pensar y de actuar. De hecho, ya no somos los mismos desde que sabemos que estamos interconectados en todos los órdenes de la actividad humana. Toda pretensión autárquica en el ámbito del conocimiento o de la creación, así como las identidades culturales cerradas, se ven progresivamente caducadas por este nuevo espacio de tránsito y fluidez, cuya permeabilidad constituye en sí misma un nuevo modo de entender y construir la realidad. A través de la red, las identidades son cada vez más abiertas, la creación es más que nunca una forma de comunicación, y en todo ello se intuyen nuevas lecturas de la condición humana.

Del mismo modo en que las neuronas operan como nodos de la red nerviosa, la sociedad global interactúa como un tejido análogo. Insomne e hiperconectada, la red jamás deja de vibrar y de interpelarnos. Sus respuestas siempre constituyen un pensamiento on line. Un texto que se escribe mientras se proyecta sobre todos nosotros, un relato que crece y se bifurca infinitamente como los jardines y las bibliotecas de Borges. Nadie conoce la forma ni los límites de este laberinto viviente, pero, desde los individuos a los Estados, todos sabemos que actuamos dentro de él como generadores de flujos de energía e información y, en el mejor de los casos, como productores y transmisores de conocimiento. En un giro copernicano sin precedentes, hemos transitado del "humano-para-sí" que proponía Sartre al "humano-nodo" que definen los teóricos de la Red. Y así, del mismo modo que por todas nuestras células circula un mismo caudal de información, nuestras interconexiones sociales y culturales participan de un relato universal del que somos agentes activos en todo momento. Ya no caben relatos aislados en este ágora donde el arte, la filosofía, la literatura y la ciencia, dialogan constantemente, ya no sólo consigo mismas y "para sí", sino entre sí y para todos.

Ser ciudadano hoy, implica formar parte de un sistema altamente dinámico y cambiante por el que transitan incesantemente flujos inmensos de energía, materia e información. Explorar nuestro mundo vuelve a ser una aventura, donde el perfil de un tejido neuronal, tal como lo dibujó Cajal, ha crecido hasta constituirse en el paradigma de Internet.

banquete_nodos y redes nace desde la exigencia teórica y práctica de investigar las nuevas condiciones de la Sociedad Red y del espacio de flujos que definen el mundo globalizado del siglo XXI. En este contexto, el modelo hasta ahora imperante en la producción cultural, siempre basado en un centro hegemónico y en ejes incuestionables, da paso a una nueva estructura de múltiples nodos y redes. Esta estructura se caracteriza por un constante flujo de información, así como por la conexión y el diálogo dentro de una red donde cada punto configura un nodo, una mirada, un relato. Hablamos, en suma, de un nuevo sistema de producción y difusión cultural -multicéntrico, dinámico y horizontal- en el que las ideas y los conceptos, como los sujetos, entidades e instituciones, son todos ellos agentes y catalizadores de un proceso emergente de transformación social y cultural.

En la llamada Era de la información y del conocimiento, lo biológico, lo electrónico y lo cognitivo forman parte de un mismo sistema. En este contexto cabe preguntarse si somos capaces de rediseñar y transformar nuestras instituciones culturales y estructuras sociales. Si podemos explorar una suerte de biomímesis y construir colectivamente nuevas formas de organización cuyo comportamiento se asemeje a la asombrosa plasticidad y funcionalidad que muestran las estructuras moleculares, celulares y neuronales; o nuestros sistemas de sensibilidad, información y comunicación ¿Cabe entonces pensar en una visión ecofisiológica de la creación y transferencia de conocimiento, más afín a los procesos metabólicos e informacionales que a una rígida mecánica determinista y compartimentada? ¿Podría una perspectiva de este tipo ayudar a reconectar y recombinar aquello que quizás sólo está separado en nuestro pensamiento? Desde luego, el rastreo por las actuales interacciones entre arte, ciencia, tecnología y sociedad señala algunas sincronías y correspondencias que bien merecen una mayor atención y profundización.

 

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