Imágenes: © LABoral - Autor Marcos Morilla

Secuencias 24, 2008
Armesto, Pablo
Instalación

Las pautas que sigue la actividad genética cambian continuamente, respondiendo a las circunstancias en las que se haya inmerso cada organismo. Éstas responden a dinámicas no lineales propias de los sistemas complejos; y la vida lo es. Cada gen opera como un nodo que se puede activar (on) o desactivar (off), actuando como un interruptor binario que responde en función de las señales específicas que recibe y que a su vez dependen de la actividad de otros genes. Que también se comportan como nodos regulados por señales externas. En otras palabras, los genes no simplemente actúan, sino que son activados. Los biólogos lo llaman patrones de «expresión del gen». Así pues, las formas biológicas no están determinadas por un proyecto genético, sino que son propiedades emergentes de una red epigenética compleja de procesos metabólicos. Los genes tan sólo aportan las condiciones iniciales que determinan el tipo de dinámica que aparecerá en una especie dada.

Hoy ya sabemos que la selección natural no funciona únicamente en los genes individuales, sino también en los patrones de autoorganización de los organismos. Es decir, lo que se selecciona de forma natural no es el gen individual —no hay genes egoístas— sino la permanencia del ciclo de vida de los organismos. Hemos pasado de entender la vida en la fatídica forma de un destino genético predeterminado, a entenderla como un sistema de redes, las cuales constituyen los auténticos patrones básicos de la vida. Y como dice el biólogo Harold Morowitz «hay una profunda lógica de redes en el desarrollo del código genético».

Pero la vida trasciende al propio organismo. La vida es una trama de interacciones que tienen lugar a distintas escalas espaciales —desde dimensiones atómicas a planetarias — y temporales —de nanosegundos a miles de millones de años—. Es un gran tejido en el que vivimos espejismos de individualidad, proyectados quizá por la ya superada visión determinista. Los genes “saltan” de un organismo a otro sin pudor, lo han hecho siempre y lo seguirán haciendo. Así, el verdadero árbol de la vida se parece más a un tupido y enmarañado arbusto, donde ramificaciones y fusiones se entrecruzan. El concepto de individuo es cada vez más difícil de definir desde el punto de vista genético, pero más próximo desde un punto de vista físico. El individuo, entendido como un nodo, es una estructura dispativa, como lo definió el Premio Nobel de Física Ilya Prigogine.


Asesoramiento científico: e-biolab e Instituto Nacional de Bioinformática-INB.

Agradecimientos: Luis Rico y Alfonso Valencia


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