Redes de trueque digital

  • José Luis Brea

Dos casos de estudio en relación a este tema: el episodio Napster –y posteriorimente las redes P2P de MP3- y el desarrollo de software libre. Lo que el primero pone en evidencia es que, en el seno de economías de distribución, los contenidos de información y conocimiento cristalizados en formato digital revisten un carácter naturalmente reproductivo, para el que cualquier asignación de origen, cualquier remisión de originalidad con pretensiones de ejercer un efecto de control o administración de valor –o derecho- sobre sus copias, remite a una lógica –la lógica de lo industrial, como matrización del proceso de producción en serie- que aquí se revela inadecuada, si es que no definitivamente inoperante. En el filo de esa inadecuación el usuario último se encuentra con un material que le es muy fácil compartir –y ello es algo que, de manera espontánea puesto que se trata de un producto que genera experiencia estética, desea hacer.

La verdadera amenaza para las industrias discográficas nunca fue Napster –puesto que su finalidad última nunca fue otra que la lucrativa, el control de un nuevo escenario de mercado- ni lo será nunca ningún aparato “pirata” de explotación ilícita de los derechos de autor, sino la misma espontaneidad con que la experiencia estética produce sentimiento de gregariedad, se expande y enriquece en el ser comunicada, compartida. Es ahí –en el intercambio directo y libre entre los usuarios- donde las nuevas industrias del conocimiento que desarrollan sus producciones en formatos digitales, inherentemente reproducibles por tanto, tienen su damocles. El trueque digital con carácter no oneroso, sin que en ninguno de sus puntos se produzca intercambio lucrativo alguno –ésa es la verdadera amenaza. Esa pequeña modalidad del compartir irregulable que lleva a cualquier sujeto de experiencia a querer transmitir y contagiar su pasión –el afloramiento de procesos de microcomunicación en el dominio de la interpasión- ésa es la dinámica más subversiva que, contra las pretensiones de regulación industrial de la circulación pública del conocimiento, aparece cuando los potenciales de la reproducción sin regulación de origen cristalizan en formatos digitales.

Inesperada irrupción de economías colaborativas –del préstamo y el libre compartir, del trueque digital- en el escenario hiperregulado de las nuevas economías. Muy probablemente, en el retraso cada vez más escandaloso de la puesta en funcionamiento de todas las tecnologías de la digitalización cultural –la banda ancha, el e-Book, la net.tv- se hace visible la necesidad que todas las industrias del sector experimentan de tomarse un tiempo muerto de cautelas y precauciones ante su dificultad para controlar la aparición intempestiva de esos escenarios multiplicados de la microcomunicación –y su capacidad para constelarse en redes expansivas, rizomas de intercambio cooperativo.